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No se trata de
un estado de estrés controlable que se pueda suplir con descanso o
con unas vacaciones. Va mucho más allá, incapacitando a la persona,
de tal manera que no se siente con fuerzas para poner en marcha
estrategias y afrontarlo. Desmotivación, estado de ánimo por los
suelos e incapacitación para relacionarse socialmente son algunos de
los síntomas que pueden sufrir . Tal puede ser el grado de
afectación que pueden terminar somatizando el estrés dando lugar a
consecuencias físicas ( úlceras, agotamiento, fatiga, pérdida de
peso, insomnio, etc.).
Muchas personas
terminan cambiando su carácter ( más ariscos, con ira,
hostilidad...) y desarrollando patologías como ansiedad o depresión.
Los datos
apuntan que es más frecuente entre las mujeres, en personas con poco
apoyo familiar o en sus primeros años de ejercicio profesional.
¡Es necesario
que todos nos cuidemos e intentemos afrontar el día a día de la
mejor manera.Con ello evitaremos que el estrés nos gane la partida!
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