A
lo largo de los años se ha demostrado que la inteligencia, definida
como la capacidad para enteder, comprender o resolver problemas a un
nivel más académico no es la única que nos permite desarrollarnos
y afrontar la vida con destreza. Ante un problema que nos pueda
surgir en nuestro día a día se ponen en juego muchas variables (
nuestro estado de ánimo en ese momento, nuestra capacidad de
autocontrol, nuestras habilidades sociales, etc. ) que pueden
determinar como nos comportemos.
De nada nos sirve saber mucho de una
materia si no somos capaces de enfrentarnos a la vida y saber
gestionar los eventos que vamos viviendo. Así pues, la inteligencia emocional se puede considerar como el conjunto de habilidades y destrezas que tenemos cada uno de nosotros, y que nos sirven para afrontar las situaciones que se nos van presentando en nuestra vida. Destacan el autocontrol, el entusiasmo, la empatía, perserverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo.
Los
profesionales que estudian el tema plantean que parte de dichas
habilidades pueden venir en nuestro equipaje genético y que otras se
pueden aprender y moldear desde nuestros primeros años de vida
hasta el final de nuestros días. Tener una inteligencia emocional
adecuada nos puede ayudar en todos los ámbitos(relaciones personales, trabajo, estudio...).
¡Tenemos
que ser capaces de entrenar y desarrollar nuestra inteligencia emocional, herramienta necesaria para salir vencedores en cualquier batalla de nuestra vida!
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